Tras la contratación de la tropa por el General Aníbal, el caudillo Retógenes Leukón se reúne con el pueblo lobetano para explicarles la nueva situación, en la cual, tendrán que luchar contra los ejércitos de Roma.
Los lobetanos juran entonces lealtad al caudillo, acatando sus órdenes en batalla y destruyendo con fiereza al enemigo romano. Tras esto, se hace un ritual para ahuyentar los malos augurios y proteger a la tropa (una queimada); y se designa a un sucesor entre los lobos más jóvenes, que sucederá al caudillo en caso de caer en combate.
El acto finaliza dando paso a la fiesta, con la danza lobetana.
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