Mercenarios de Lobetania

Tropa Cartaginesa
Cartagena

Fiestas de Cartagineses y Romanos Cartagena

ARMAMENTO

Combates y seguridad.

Es usual que, en el marco de una recreación histórica, sobre todo si tiene un carácter militar, se produzcan simulacros de combates personales (duelos, torneos o riñas), batallas campales, escaramuzas o asedios. Existen reglamentos de seguridad, enmarcados en asociaciones como la AEFRH, o elaborados con motivo de un evento. Estos reglamentos, junto a la práctica común entre los recreadores, regulan el uso de réplicas de armas no-lesivas, como fusiles que disparan sin munición o inutilizados, espadas y armas de cuerpo a cuerpo sin filo ni punta o armaduras de un grosor especial.

En términos generales, la recreación histórica persigue la verosimilitud de un combate o de la guerra durante un periodo de la historia, y al mismo tiempo velando por que ningún recreador salga herido de dicho enfrentamiento. A tal efecto, los “combates” suelen ser pactados, fingiéndose las heridas (a veces mediante maquillaje) y las muertes, practicando una modalidad de combate cuerpo a cuerpo suave (por ejemplo, sin usar las bayonetas para apuñalar) o con más teatralidad que riesgo (como atacar preferentemente al escudo del rival y zonas protegidas de la armadura mediante golpes claros, con cierta lentitud y sin demasiada potencia).

Así pues, el armamento que utilizamos en la tropa Mercenarios de Lobetania tiene como finalidad recrear hechos históricos pero con la mayor seguridad, por lo cual nuestras espadas no tienen filo y tienen la punta redondeada, las lanzas se utilizan exclusivamente en los defiles y no se utilizan armas arrojadizas por el peligro que ello conllevaría en la recreación de una batalla.

Dicho lo cual comenzamos con el armamento.

El armamento usado por los hispanos era simple y ligero, adecuado a su estilo de combate. En las contiendas, que entendían de forma peculiar, no se exponían frente al enemigo en grandes ejércitos, que tampoco poseían, sino que utilizaban el sistema de guerrillas, con gran movilidad, lanzándose al combate en tropel, saltando según su costumbre.

Con mayor frecuencia que las espadas, puñales o cualquier otro elemento bélico, en las fuentes clásicas se hace mención a las armas arrojadizas, lo que viene a indicar que eran las más utilizadas por los hispanos, hecho que está conforme con su sistema de lucha en guerrillas.

Como armas ofensivas usaban las siguientes:

Espada

Espada corta celtíbera
Espada actual de los lobetanos

La más comúnmente usada por las tribus celtiberas era la espada de antenas recta y corta. El puño tiende a ser redondeado, siendo el extremo superior del mismo de frontón o antenado, desde dos antenas diversificadas, hasta pequeños cuernos o bolas que aparecen en el inicio de la empuñadura. La ornamentación del puño es muy variada. Se conseguía por medio de placas de hueso, madera labrada, marfil o bien mediante repujado a base de hilos de plata, realizando, a veces, magníficos dibujos geométricos a base de círculos, espirales, meandros. Esta espada fue muy efectiva para la lucha cuerpo a cuerpo. Las vainas debían ser de cuero o madera, con los rebordes laterales de hierro, así como la parte superior. Frecuentemente llevaba una decoración semejante a la de la empuñadura.

Puñal

Puñal de antenas
Puñal lobetano

Diodoro (5, 33) dice: «se sirven también para el cuerpo a cuerpo de puñales con una longitud de nueve pulgadas». Fue usado en términos generales para rematar. Puede ser de hoja triangular muy ancha en la guarda de la empuñadura. O bien puede ser, y es éste el caso más frecuente, afalcatado. Los puñales afalcatados llevan el mango adornado con hueso, madera o bien en metal, o en algunos casos, como en las espadas, repujado con hilos de plata. A veces la vaina de las espada lleva adosado un puente en la parte alta para dejar hueco a la vaina del puñal.

Lanza.

Fue muy utilizada por todos los pueblos hispanos. Las más frecuentes puntas de lanza tienen una nervadura central y cono de enmangue circular. La lanza está formada por tres partes, la punta de hierro, el asta de madera y el regatón o contera también de hierro, cuya punta afilada permitía hincarla en tierra. Podía usarse en el combate cuerpo a cuerpo o ser lanzada como una jabalina.

Falárica.

Es un arma arrojadiza, muy común en el armamento ibérico cuya asta era de abeto y redonda en toda su extensión, excepto en el extremo, donde se colocaba el hierro: éste, estaba rodeado de una estopa empapada en pez. El hierro era largo, de tres pies, para poder traspasar la armadura y el cuerpo. Pero aún en el caso de quedar clavado en el escudo y no penetrar en el cuerpo, llenaba de terror, pues como se lanzaba encendida la estopa y su carrera avivaba su llama, obligaba al soldado a despojarse de sus armas y exponerse indefenso a los golpes siguientes.

Soliferreum.

Es una larga barra de hierro, engrosado en la parte media, para empuñarla cómodamente. Uno de los extremos acaba en punta cónica, mientras que el otro acaba en punta de lanza, con pequeñas barbas en forma de anzuelo, lo que origina su nombre griego de «saunion» ganchudo.

Flecha

Las puntas de flecha, generalmente están hechas en hierro. Suelen tener un fuerte nervio central y aletas más o menos marcadas.

En cuanto a elementos defensivos, los hispanos no se protegían, en general, el cuerpo con piezas metálicas. La mayor parte solían emplear corazas de lino, aunque algunos utilizaban cotas de malla, y otros grandes discos, denominados faleras, que defendían pecho, espalda y hombros. A veces se protegían las piernas con perneras.

Escudo

El énfasis de la defensa personal se cifraba en el escudo y en la pericia de su manejo. Entre las tribus hispanas se emplearon dos tipos de escudos: la «caetra», circular y cóncava, el más común, y el «scutum», oblongo, rectangular, que cubría las dos terceras partes del cuerpo.

Escudo celtíbero
Escudo de los lobetanos

Los cascos más usualmente utilizados eran los de cuero o tejidos de nervios. También, para proteger la nuca, peinaban el cabello con trenzas que recogían atrás. Algunos indígenas llevaban cascos de triple cresta.

El hierro con el que estaban fabricadas las armas hispanas era, en general, de excelente calidad. Polibio escribe que los celtíberos sobresalen en mucho entre los demás pueblos en la fabricación de espadas. Armas hispanas como la espada y el puñal fueron usadas por las legiones romanas, a causa de su eficacia. Pero si pudieron imitar la forma, nunca lograron alcanzar la calidad del hierro y la perfección de la factura.

Gracias a Diodoro (5, 33, 3-4) se conoce el modo de fabricar las espadas: «los celtíberos… tienen un modo muy particular de preparar las armas… meten bajo tierra las láminas de hierro y allí permanecen hasta que, con el tiempo, la parte débil del hierro se consume por la herrumbre y se separa de la parte más dura; de ésta se sacan magníficas espadas y otros instrumentos guerreros. No hay espada, ni casco, ni hueso que resista a su golpe».

Para probarlas, agarraban con la derecha la empuñadura y con la otra mano la punta, colocaban luego la hoja transversal sobre la cabeza, tiraban luego para abajo de ambas extremidades hasta que se tocaban con los hombros y luego las soltaban. La hoja permanecía recta, aunque esta prueba se repitiera varias veces. Esta flexibilidad se debía a que el hierro era muy puro y estaba bien trabajado al fuego. Se forjaba en frío y no a martillazos, combinando la acción del fuego y del frío.

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